"SALEM´S LOT" y "CARRIE"
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ierro por un momento “It”, el
enorme libro al cual estoy abocado, y agarro un cuaderno para escribir esta
historia. Mi historia. Historia atravesada por Stephen King, autor que escribió
(entre tantos otros) el libro que estoy leyendo. Tengo la costumbre de escribir
acostado en mi cama, a mano, boca abajo. Mi espalda no me lo agradece, pero
parece que la única forma que ha encontrado mi cerebro de imprimir las ideas es
en posición horizontal. Escucho la banda sonora de la película “Into the wild”,
compuesta y ejecutada por Eddie Vedder. La música se cuela en mi cerebro,
usando los oídos como túneles. Escucharía sin auriculares, pero todos duermen
en mi casa. la razón de mi insomnio – quiero excusarme, lo sé – es un dolor
insoportable en un diente. Cada dos minutos una oleada tamaño tsunami azota el
nervio de la placa dental, y un escalofrío sacude el resto de mi cuerpo. No
puedo dormir por culpa de esto. Y también por culpa de un payaso demoníaco que
ataca en el corazón de Derry. Me parece un excelente marco para hablar del
autor que más leí y al cual admiro.
El Rey sabe de dolores y
padecimientos, escribe con sangre sus relatos y es amigo del miedo. Desde que
leí el libro que me sumergió en su universo, intenté imaginarlo a él,
describirlo en mi mente, idealizarlo. Me pasa con todos los autores, necesito
crear y adjudicarles una voz para que ellos me relaten sus obras. Siempre
vuelvo a la misma reflexión: el Rey sabe de dolores y padecimientos… y es amigo
del miedo. Y encima se encarga en cada novela, cuento o nota, de demostrar que
es humano. Sus personajes lo prueban. Eso es lo que más me fascina, y por eso
me costó poco y nada encontrarle una voz al Rey. Me niego siempre y de forma
sistemática a escuchar siquiera una entrevista al escritor. En fin, mucho
divague.
Un rayo fulmina el nervio del
puto diente, y salto en el tiempo y el espacio.
Caigo en 1998. Siglo pasado.
Enero, día 17. Cumplo trece años y estoy en Chascomús, provincia de Buenos
Aires. Encontrar una librería es un problema casi existencial, quiero leer, mis
papás me van a regalar libros, pero parece que esa empresa es imposible. Estoy
con toda mi familia y se sumó mi primo. Ya comimos medialunas en Atalaya,
recorrimos la laguna y tomamos un helado en el centro. Por esas épocas estaba
obsesionado con los vampiros, había escrito un cuento con estos monstruos,
ambientado en la época de las invasiones inglesas – en la cual había un chico
que viajaba en el tiempo – y la lectura de “Drácula”, en una edición destrozada
de la editorial Bruguera, con Bela Lugosi en la tapa, disparó mi imaginación y
avidez por los libros fantásticos.
-La edición de "Dracula", Editorial Bruguera -
Hasta ese verano del 98 (sin
alusiones a la espantosa tira de Cris Morena), leía mucho. Mis padres
fomentaron el sano vicio con historietas, libros de la serie “Elige tu propia
aventura” y antologías de cuentos. Pasé a las novelas con “Jurassic Park”, de
Michael Crichton, tras haber volado con la película de Spielberg. La fórmula me
parecía simple: tengo el mundo real donde ningún monstruo sobrenatural aparece,
entonces busco en los libros lo que la vida no me puede dar. A mis trece años a
estrenar quería chupasangres. Visto en retrospectiva, tiene todo el sentido
simbólico. A esa edad de despertares sexuales latentes, de cara a la
adolescencia con la que batallaría, hormonas inquietas y cambios corporales
evidentes, el vampiro era MI monstruo.
Una librería de insumos generales
– lápices, cartulinas, cuadernos, etc. – apareció entre los locales de
Chascumús. Tenía una pequeña selección de libros, y tras revolver, dí con uno
titulado “La hora del vampiro”, de un escritor que no conocía. Ni lo dudé, si
había colmillos, compraba.
-Edición de "La hora del vampiro", editorial Emecé-
Ahora pienso, reflexiono: si el
libro hubiera llevado el título original, “Salem´s lot”, ¿Cuánto hubiera
tardado en descubrir a Stephen King? Eran épocas donde Internet era, para mi,
algo desconocido. Las novedades las encontraba en el diario o en las visitas a
la librería del barrio o la feria del libro. El traductor de editorial Emecé,
con su acertado ojo, me enganchó. No fue la horrible tapa o la pésima calidad
del libro – la edición, se entiende -, sino ese “vampiro” en la nomenclatura.
Dos cosas me volaron la cabeza
del libro, que no entendí bien hasta una posterior relectura: uno de los
protagonistas era un niño, y había una escena donde alguien se masturbaba
frente a un espejo. Aparte había chupasangres, pero no se parecían a Drácula.
Estos vampiros vivían en un mundo que podía existir a la vuelta de mi casa. Me
enamoré.
A la vuelta de las vacaciones me
esperaba, sobre mi cama, “Carrie”, tapa negra, edición de bolsillo de la
editorial “Plaza Janés”. En la portada, una muchacha ensangrentada con cara
perturbadora me corroía los sueños hasta convertirlos en pesadillas. Cristina
(que es cómo mi segunda madre) había dejado ese regalo de cumpleaños ahí, sobre
el cobertor de las sábanas, sin saber que unos días antes había finalizado mi
primera novela de Stephen King.
Me sumergí en el relato sin
dudarlo. Pensé que me costaría sentir empatía por un protagonista femenino – en
esa época ellas eran tan extrañas y misteriosas como los vampiros -, pero no
tardó en cautivarme. La sensación era que estaba leyendo el relato de un autor
en extremo inteligente y con un bagaje de lectura importante. La inclusión de notas
periodísticas, extractos de libros sobre telekinesia, más la carga erótica y la
irreverencia religiosa (me eduqué en colegio católico) fue magia pura,
condensada en un libro.
-Edición de "Carrie", editorial Plaza Janés-
Leí primero la segunda novela
publicada por el Rey, y en segundo lugar la primera. No tenía ni la más pálida
idea de esto. Solo sabía que había descubierto a este escritor en el cual podía
confiar plenamente. (¡Perdón King por el gerundio que no pude suprimir!)
Párrafos antes me preguntaba
cuanto hubiera tardado en descubrir al Rey. La respuesta parece lógica: hasta
el momento de mi retorno de las vacaciones, y mi encuentro íntimo con Carrie
White. Dudo, con cada parte de mi cerebro y alma, que tal cosa fuera posible.
Aquel regalo era totalmente arbitrario, no respondía a los gustos que exudaba
en mis años mozos.
Tengo la teoría que los libros de
Stephen King se buscan entre ellos. Una vez que tenes uno, es inevitable dar
con otro. Pero uno tiene que dejar entrar al Rey, cómo se deja entrar a un
vampiro al propio hogar, y debe atenerse a las consecuencias que ello implica.
-Mi colección de Stephen King, en el estante del medio-
Sé que fue “La hora del vampiro”
el motor que impulsó al destino para que “Carrie” apareciera en mi cama.
Fue hace casi catorce años ya.
Mucha agua corrió bajo el puente. Cada libro que compré o leí y que hoy está en
mi biblioteca encierra una historia más o menos extraña. Leer a Stephen King me
acostumbró a aceptar estas realidades extraordinarias. Tan solo por eso debo
agradecer a este escritor, cuya voz sigue alimentando la imaginación
trastornada de un hombre que se siente niño cada vez que lee uno de sus libros.
Continuará…
Entretenida historia. Creo que cada lector de Stephen King ha tenido vivencias, grandes o pequeñas, pero significativas, que rodean cada búsqueda, cada compra y cada lectura.
ResponderEliminarYo también tengo la mía y casi como tú, encontré a King indirectamente, por querer recordar aquella serie del payaso diabólico que había visto de niño.
No sé si te ha pasado, pero aunque cazar o hallar de repente un nuevo libro de King es emocionante, la magia de los inicios ya no es la misma. Cuando apenas tenía 2 libros de King, ver algún otro título con el "King" enorme en el lomo, desconociendo su amplia bibliografía, era mucho más fascinante que ahora, cuando uno está empapado de este universo. Pero bueno, las cosas siempre van cambiando, y hay que disfrutarlas.
Saludos.
Luther: primero que nada, gracias por pasar y tomarte el tiempo de leer esta nota! Te cuento que estoy de acuerdo con parte de lo que decís, la emoción de cazar y encontrar libros es buenísima, pero a mi me ha pasado a la inversa que vos, con los años, y tras haber leído muchos libros del autor, la emoción me crece más y más porque ya no sé con que cosa nueva puede salir en sus páginas, creo que es el desafío a que me sorprenda gran parte del atractivo que siento por su prosa. Gracias de nuevo por pasar! Un saludo grande!!
EliminarHay algo muy inteligente en la obra de King y es que ha creado todo un universo, algo que va más allá que los simples guiños entre sus diferenes libros. Es como una sola entidad que necesita ser unida por cada una de sus piezas, pero digamos que pocos la sienten. Yo sé que los amantes de la literatura de terror somos esas personas que la percibimos independiente de si leemos dos o tres libros de King y dejamos allí, o nos dejamos encantar, acudimos al llamado de esa entidad y empezamos a buscar cada novela, cada relato. Yo pertenezco al segundo grupo.
EliminarAunque ya no cazo libros con la fiebre de antes (aprendí que los libros se esconden si decides perseguirlos, por lo que ahora espero a que lleguen y así postergo el inexorable fin de esta aventura), me agrada llegar a mi librería predilecta y ver algo nuevo de King esperándo y poder llevármelo o decirle al encargado "guardemelo que después paso a recogerlo". Es algo que me divierte mucho. Bueno, buscar libros de terror en general me divierte mucho. Es como la música: siempre hay algo por descubrir.
Estaré pendiente a la continuación.
Gracias de nuevo Luther, y concuerdo con tu descripción sobre el universo King. Te cuento que a mi me encantan, no sé porque, comprar ediciones usadas de sus libros, no importa tanto el estado en si, es como una obsesión que tengo. La verdad que tu manera de comentar da gusto! El próximo capítulo de mi historia con King saldrá a la brevedad. Saludos!!
EliminarTe entiendo y comparto tu obsesión. Es que las ediciones usadas superan en muchos aspectos a las nuevas (volviendo a King, destesto las ediciones en DeBolsillo, por ejemplo). La calidad de los libros usados (el papel, diseño de portadas) es superior, el olor de las páginas es incomparable y no olvidemos el precio. Casi todo lo que tengo es usado. Además, la literatura fantástica amerita ediciones con carácter, con espíritu (fíjate en las maravillosas ediciones de Martínez Roca) y es algo que está haciendo falta por estos tiempos. Los libros usados tienen un encanto que se hace adictivo. El libro no es solo un montón de hojas pegadas, sino que es un objeto valioso, una pieza que vale la pena ser leída y contamplada como cualquier obra de arte. Incluso llego a pensar que están vivos.
EliminarTotalmente de acuerdo! A mi las ediciones de DeBolsillo tampoco me agradan mucho, pero son de precio bastante accesible. Por ejemplo "It" me era imposible comprarlo en edición grande, todas tenían un precio excesivo.
EliminarTambién estoy de acuerdo con lo de las ediciones antiguas. Antes era todo más artesanal y se ponía esmero en el cuidado estético. Las tapas podían gustarte o no, pero se notaba una intención, una meta creativa que hoy se ha suplantado con una foto y con un poco de photoshop. En Estados Unidos le dan más importancia a las ediciones, los libros de King tienen infinidad de ediciones alternativas, el arte de tapa varía pero casi nunca se resuelve de forma "simple".
Los que amamos los libros estamos en la búsqueda no solo de la obra que nos cautive por sus palabras, sino de la edición de la cual estemos orgullosos de tener en nuestro poder. La gran parte de los libros cuyo arte de tapa más me gusta son ediciones que pertenecen al siglo pasado.
Todo depende , en mi opinión lo que interese de un libro.. si uno aprecia el libro por el objeto mismo, obvio que siempre es mejor los libros con tapas duras y lindas encuadernaciones... pero si lo que buscamos y preferimos es lo que vayamos a leer.. cualquier papel es bueno(incluso el electrónico)para apreciar lo que el autor nos quiere decir, quiere que leamos.
ResponderEliminarY siguiendo las instrucciones del mientras escribo.. un "pude confiar de forma plena" hubiera sido perfecto....