El nuevo milenio, y el final del anterior, nos enseñaron que la escalada de violencia social en ámbitos antes “seguros” como escuelas y universidades no conoce límites. No es una exageración: solo en Argentina podemos hablar de casos famosos, como la masacre en el colegio de Carmen de Patagones, u otros menos trascendentes (en la esfera mediática) que van desde golpizas a profesores hasta casos de otros trabajadores de la educación que terminaron con el cabello en llamas. La mayoría de estos hechos se registran con los celulares y se imprimen en la posteridad virtual de Youtube. También hay agresividad entre el alumnado, desde golpes de puño hasta cuchilladas o disparos. La escuela no es lo que solía ser.
(Me permito una pequeña anécdota de mis años cómo estudiante “problemático”: corría 1998, y tenía una profesora bastante trastornada que dictaba la materia “Lengua”. Era muy sencillo sacarla de sus casillas, y la broma mas pesada que le hicimos fue desatornillarle su escritorio. Cuando ella apoyó sus libros, el mueble se desarmó por completo bajo sus brazos. Eran épocas menos violentas)
Stephen King dictó clases en un instituto antes de triunfar cómo escritor. Fue en la década del 70, y antes de finalizar “Carrie” ya tenía, entre otras novelas finalizadas, “Rabia”. Se publicó bajo el pseudónimo Richard Bachman, tras el suceso de libros como “Salem´s lot” y “El resplandor”. La apuesta era atractiva: una historia sin elementos sobrenaturales, puro terror psicológico.
“Rabia” es un monólogo –intuimos que un relato a otra personaje, como en “Dolores Claiborne” – de Charlie Decker, estudiante más que problemático. Un buen día decide tomar de rehén a toda su clase e implementa un juego psicótico con ellos, a fin de desnudar la verdadera naturaleza de aquellos adolescentes, y la propia también. La policía intenta dialogar y negociar con él, pero sus fines son más profundos, no es un simple secuestrador.
Revelar más datos sobre el desarrollo de la trama es un desperdicio para el ocasional lector. Basta con decir que King consigue un retrato certero y minucioso sobre la mente de un psicópata. Se nota en la escritura la experiencia del escritor como profesor de curso, pero más aún sus vivencias como adolescente. Si hay algo que tiene este señor oriundo de Maine es pericia para crear jóvenes tridimensionales y protagonistas de sus historias. Un breve repaso: “Carrie”, “Ojos de fuego”, “Christine”, “El talismán”, “El ciclo del hombre lobo”, “It”, entre otras novelas y cuentos.
La angustia juvenil, la confusión de esa época que vive todo ser humano, la visión del mundo adulto, los traumas infantiles y hasta la inocencia se conjugan en este relato, que no llega a las 300 páginas pero bastan y sobran para dar cierre a una historia redonda. Es inevitable pensar cuantos “Charlies” hay en el mundo, en estado latente, cual bombas a la espera de la señal que desencadene su letal labor.
El propio escritor, tras un episodio de violencia escolar en Estados Unidos, prohibió la reimpresión de este libro. Jeffrey Cox mantuvo a toda su clase de rehén con un rifle el 26 de abril de 1988, y confesó que se había inspirado, entre otras cosas, con el libro “Rabia”. Desde 1977 hasta la fecha se han reportado innumerables casos de violencia en las escuelas, algunos más violentos que otros. Es un absurdo culpar a un libro, una película o un músico por hechos trágicos como estos. El hecho es que King decidió retirar este libro (por precaución, para evitar una caza de brujas como le sucedió a Marylin Manson o a Mettalica), y esto da cuenta de la desidia de las autoridades pertinentes para evitar este tipo de hechos. Es más simple culpar a un factor externo (cómo el arte, que ha servido y servirá de refugio para la humanidad) que duplicar los esfuerzos para prevenir o, al menos, buscar causas más profundas ante la tragedia. Culpen al arte. Es más sencillo.
“Rabia” me pareció un libro muy bueno, alejado de la literatura “habitual” de King, tal vez un gran inicio para los lectores vírgenes de este autor. Para los más experimentados, es un gran “lado B” de un relato adolescente y escolar cómo “Carrie”, y también una ventana abierta al King estudiante. Quienes hayan leído el libro “Mientras escribo” reconocerán algunas anécdotas reales, reformuladas para esta historia.
¡Hasta la próxima!